Obama hace suya la guerra al 'narco'

Publicado por david millan jueves, 16 de abril de 2009


Entre medidas de seguridad que no se diferencian mucho de las que le protegieron hace una semana en Irak, Barack Obama cruzó ayer la frontera sur para expresar su voluntad de ganar una guerra más cercana, más violenta y de aún más inciertas perspectivas. En la capital de México, un lugar inusual para un presidente de Estados Unidos, Obama se comprometió a poner todo lo que sea posible de su parte para derrotar a las mafias del narcotráfico.

Es "absolutamente esencial" que EE UU se sume "como socio pleno" a los esfuerzos mexicanos contra el narcotráfico, y tome medidas contra el comercio ilícito de armas y la financiación de los carteles, dijo Obama en la ceremonia de bienvenida en el palacio presidencial de Los Pinos, tras su llegada a la capital mexicana, la primera de un presidente estadounidense en 12 años.

En un breve discurso, Obama aseguró que la relación bilateral es "fuerte, pero puede ser aún más fuerte. (...) Debemos trabajar juntos para conseguir un crecimiento económico sostenible, que se produzca desde abajo arriba, para que todos, y especialmente los jóvenes, puedan alcanzar su potencial", destacó el presidente.

Gran parte del objetivo de este viaje, el primero de Obama a América Latina en toda su vida, era precisamente el de poner todo el peso de la popularidad y el prestigio del nuevo líder norteamericano en respaldo de Calderón, cuya labor Obama calificó ayer de "heroica". "Esta visita es una muestra de respeto a México y a la labor de su presidente", manifestó un alto funcionario de la Casa Blanca. Calderón, que ganó por un puñado de votos unas elecciones discutidas e involucró después al Ejército en una ofensiva contra el narcotráfico que se ha cobrado ya más de 10.000 vidas, está necesitado, por supuesto, de todo el apoyo que Obama sea capaz de ofrecer para sobrevivir con éxito a esa guerra.

Esta visita, antes de cumplir los 100 días en la Casa Blanca, y la asunción por parte de Obama de las responsabilidades que Estados Unidos tiene en la alimentación de esa guerra -a través del consumo de drogas y de la venta de armas a las mafias- son gestos que pueden servir para crear el marco de una cooperación necesaria entre los dos países. Pero, aparte de eso, los progresos ostensibles son lentos.

Obama no parece aún en condiciones de satisfacer las principales demandas mexicanas, mientras que tampoco México es un aliado exento de complicaciones para el presidente norteamericano ante su política doméstica.

Las relaciones entre México y Estados Unidos son un territorio complejo en el que se acumulan asuntos como la inmigración, el comercio, los derechos humanos y la seguridad, todo ello aderezado por una larga historia de recelos y desavenencias mutuas. En estos momentos, esa agenda parece relegada a un segundo plano por la urgencia del combate al narcotráfico, que está siendo ya una amenaza también para muchas ciudades fronterizas del lado norteamericano.

Acuciado por esa presión, Obama ha tomado ya algunas medidas. La última, horas antes de llegar a México, fue la de incluir a tres carteles mexicanos (Sinaloa, Los Zetas y Familia Michoacana) en la lista negra de organizaciones mafiosas contra las que las autoridades norteamericanas pueden actuar congelando sus bienes y persiguiendo sus negocios dentro de EE UU. En cuanto a la limitación del abastecimiento de armas por parte de los carteles, Obama anunció ayer únicamente que solicitará al Senado la ratificación de un tratado interamericano para la lucha contra el tráfico de armas que fue firmado en 1997 por Bill Clinton pero que nunca consiguió el refrendo del Congreso norteamericano.

Pocos días antes, la Administración norteamericana había reforzado la presencia de agentes de seguridad en la frontera, incrementado los sistemas de control y había nombrado a Alan Bersin como nuevo responsable de todos los problemas derivados del narcotráfico mexicano, una especie de zar de la frontera.

Todo eso puede ayudar a incrementar algo la impermeabilidad fronteriza. Pero México quisiera acciones más enérgicas en las dos áreas en las que la responsabilidad norteamericana es más clara: el comercio de drogas y la venta de armas. Se calcula que los carteles del narcotráfico obtienen cerca de 40.000 millones de dólares (unos 30.000 millones de euros) al año por la venta de sus productos en EE UU. Ese dinero es lavado allí o trasladado impunemente de vuelta a México.

Aún más sangrante resulta el caso de las armas. En EE UU existen cerca de 80.000 puntos legales de venta de armas, muchos de ellos en ciudades próximas a la frontera donde las leyes para su compra y exportación son extraordinariamente permisivas. Sólo en Houston (Tejas) los narcotraficantes pueden elegir entre cerca de 1.500 diferentes establecimientos en los que comprar legalmente fusiles AK-47, cargarlos en el maletero y cruzar la frontera, casi siempre libre de inspecciones, en dirección sur.

El Gobierno mexicano ha aprehendido en los dos últimos años y medio más de 35.000 armas compradas en EE UU. Las autoridades de este país calculan, sin que lo discutan en el norte, que el 90% del armamento en poder de los carteles es adquirido al otro lado de la frontera. La medida más obvia para evitar ese tráfico sería la de imponer mayores controles a la venta de armas, al menos en los Estados fronterizos. Pero eso cuenta con una fuerte oposición de parte de la población de esos Estados por tradición y por negocio y del principal lobby de ese sector, la Asociación Nacional del Rifle, que considera que, si se restringe la venta de armas, los narcotraficantes encontrarían otros medios para abastecerse mientras que los ciudadanos quedarían más indefensos. Obama no parece dispuesto, por ahora, a contradecir ese argumento.

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